Artículo de entrevista publicada a Sigueleyendo
Lorenzo Silva y Andreu Martín.
RAÚL ARGEMÍ
Lorenzo Silva y Andreu Martín son dos autores de éxito, con muchos títulos y muchos seguidores. Hasta hace un par de años tal vez ni pensaban en editar digitalmente sus libros, pero el mundo cambia a una velocidad vertiginosa y los dos han dado el salto. Silva lo hizo hace un año y Andreu Martín lo está haciendo ahora. Para charlar con ellos, uno ya veterano en lo digital y el otro novato con ganas, los reunimos en Sigueleyendo.
Por ser algo así como metódico, le pido a Silva que cuente cómo llegó a este territorio digital, cuáles fueron sus razones, y los primeros pasos.
Lorenzo Silva: Por un lado veía crecer ese mundo sin fronteras, esa ventana internacional que cada día se expande más, y me decía: ¿por qué no estar allí? Además, rastreaba en Google mis novelas, y las encontraba pirateadas para descarga. O sea que ya estaba digitalizado pero sin control sobre mi obra; a la que podían censurar, cambiar, lo que quisieran… Un día, uno de los que me habían leído pirateado, me escribió un mail, sugiriéndome que yo las editara a un precio razonable; a 3 o 4 euros. ¿Qué hago? Me dije. Tenía que tomar la iniciativa, porque no se puede esperar todo de los editores. Por suerte, con Planeta, que había publicado gran parte de mis libros, pude dialogar. Encontré gente que sabía de qué estaba hablando, y que aceptaron las condiciones que yo quería: un precio que no pasara de 5 euros y que los libros no tuvieran DRM. Esa clase de protección sólo sirve para que el comprador tenga mil problemas, y cualquier hacker se la salta con una sonrisa.
Silva: Encontré gente que sabía de qué estaba hablando,
y que aceptaron las condiciones que yo quería:
un precio que no pasara de 5 euros
y que los libros no tuvieran DRM.
Mientras Lorenzo habla, anoto y de tanto en tanto observo a Andreu Martín. Tiene la misma cara que pongo yo cuando quiero entender qué me está contando un menorquín, en su catalán isleño: con los ojos muy abiertos como si así pudiera entender mejor.
Pregunto: Dos preguntas: ¿Cuántos libros has puesto en circulación? Y ¿te eran necesarios los editores o podrías haberlo hecho por tu cuenta?
Silva: ¿Cuántos? Creo que son veintiuno. Y en cuanto a lo otro… (Sonríe) Uno puede hacerse una autoedición, pero los editores siempre lo hacen mejor. Nada te impide autoeditarte y poner tu libro en Amazon. Sólo que Amazon no te promociona, es muy grande y tu libro estará allí, perdido entre miles. Con un editor el libro se mueve de otra manera; y garantiza otra calidad. Hay autoediciones que te duelen cuando las lees.
Pregunto: ¿Ha cambiado tu grupo de lectores?
Silva: Mucho. Antes, era imposible convencer a un editor de que enviara tus libros a Latinoamérica. Que perdían dinero, que los impuestos aduaneros, que el transporte… Ahora mi territorio de publicación, digital, es todo el mundo del castellano, y donde tengo muchos seguidores es en México.
Pregunto: ¿Y con los piratas, qué?
Silva: Creo que hacen falta leyes que protejan esta industria, que está desprotegida. Bajamos los precios para que no sea necesario piratear, pero siempre habrá quien crea que puede quedarse con el trabajo de otro —que es eso, trabajo—, y regalarlo impunemente. Necesitamos leyes que entiendan cuál es el problema y penalicen a los ladrones.
Silva: Bajamos los precios para que no sea necesario
piratear, pero siempre habrá quien crea que puede quedarse
con el trabajo de otro, y regalarlo impunemente.
Me vuelvo hacia Andreu Martín, que hasta ese momento no había dicho esta boca es mía, y…
Pregunto: Tu decisión es reciente, pero parece muy entusiasta. ¿Qué te disparó en esta dirección?
Andreu Martín: Ante todo debo confesar que de esto sé bien poco, y estoy aprendiendo ahora. Pero la explicación suele ser la misma para todo lo que hago: es visceral. Un día pensé que tengo muchas novelas muertas. Novelas que seguramente tendrían nuevos lectores, pero que están muertas porque los editores son remisos a publicarlas. Y eso (hace un gesto como de revolución volcánica interior) me puso a pensar. Luego, recordarás, charlamos contigo y con Cristina Fallarás, para que nos contarais de vuestra experiencia con Sigueleyendo, y me decidí a dar el paso. Ya os digo, mi decisión es visceral; ya estoy cansado de que algunos editores se comporten como vendedorcillos y entierren tus libros. A quienes no te cuidan… (Hace un gesto que interpreto como el que yo haría para decir “que se vayan a tomar por culo”)
Martín: Un día pensé que tengo muchas novelas muertas.
Novelas que seguramente tendrían nuevos lectores, pero que están muertas
porque los editores son remisos a publicarlas.
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Pregunto: Tu biblioteca, Andreu, es inmensa ¿Cuántos libros vas a publicar?
Martín: Por ahora lo que tengo en el ordenador, porque muchos (ríe) los escribí cuando no había ordenadores, por lo qué no tengo ni un Word, están impresos en libro y escanearlos y todo eso es un engorro que ahora no me puedo proponer. Ahora lo que quiero es dar nueva vida a novelas que no se han reeditado y saber que algún lector tendrán, con seguridad; y si se puede ganar un euro mucho mejor.
Pregunto: ¿La serie Flanagan, por ejemplo?
Martín: Con Flanagan tengo un problema con Anaya, que no ven que sea el momento de publicarla en digital. Si todavía se vende bien, dicen. Pero resulta que hay universidades extranjeras que, para sus cátedras de castellano, quieren a Flanagan porque su lenguaje es más sencillo y fácil de comprender. ¿Pues qué…? ¿Que les van a enviar 20 o 30 libros a Alemania o a Estados Unidos? Pues no, y en digital… tampoco. Bueno, sí, quedan las ediciones piratas. No terminan de entender que hoy, para un libro, su mundo no es solamente el hispano, sino todo el mundo. Así que estoy en la edición de la serie de Wendy.
(La noche en que Wendy aprendió a volar, novela que recibió el premio Bancaixa 2006, y su secuela Wendy ataca. Las dos protagonizadas por una joven Mosso d’Esquadra).
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Silva: Pero… los libros de Wendy todavía están vigentes en papel.
Martín: Están, pero si no piensan reeditarlos, estamos otra vez en lo mismo. Son cada día más difíciles de conseguir, y los piratas están allí, a la pesca del botín.
Pregunto: ¿Cuál puede ser la expectativa comercial? Por ejemplo, Lorenzo. ¿Ya sabes cuánto has vendido?
Silva: Por lo que sé hasta hoy, vamos muy bien; pero los números los tendremos pronto, cuando la editorial me diga cuántos y dónde. Lo que tengo es una aproximación, por los comentarios que recibo en mi blog.
Martín: Para mí es una incógnita. Ya veremos, porque recién comienzo, pero soy optimista.
Pregunto: ¿Y el precio? ¿Cuál tiene que ser el precio para un libro digital? Porque podemos coincidir en que el precio es también un arma para estimular la compra legal.
Martín: Yo todavía no lo he decidido, pero quiero que mis libros estén al alcance del lector.
Silva: Alguien me dijo algo muy inteligente. Dividir los precios de 0 a 5, de 5 a 10 y de 10 en adelante. De 10 en adelante, olvídalo, ya se sabe que casi no hay mercado. A ese precio el lector compra en papel. De 5 a 10 ya lo cosa comienza a ser interesante, porque está más cerca de lo que el lector está dispuesto a pagar. Y de 5 para abajo, es mejor cerca de 5 que de cero.
Digo: Lo que dices coincide con un libro que recomienda vinos buenos españoles, tomando el segmento que va hasta los 6 euros. ¿Por qué? Porque ante la oferta y puestos a elegir un vino bueno, pero que no sea caro, los españoles está dispuestos a pagar hasta seis euros o un poco menos.
Silva: Me parece una buena comparación la de los vinos. Si te lo regalan existe la duda sobre su calidad, y no sé si vale la pena, comercialmente, meterse en eso. Mis libros están rozando los 5 euros.
Silva: Me parece una buena comparación la de los vinos.
Si te lo regalan existe la duda sobre su calidad,
y no sé si vale la pena, comercialmente, meterse en eso.
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Pregunto: Parece que estamos atrapados en un dilema. Algo así como libertad o expropiación. Lorenzo es, además de escritor, abogado. ¿Qué se podría hacer en este espacio sin regulaciones?
Silva: Es algo que habría que estudiar en profundidad, técnica y legalmente. Porque, a veces me pregunto… ¿Google, que facilita el acceso a las páginas piratas, es inocente en lo que sucede, o tiene un grado de responsabilidad?
Pienso: Google, para entrar en China, aceptó bloquear todos los contenidos que molestaban al régimen. O sea que el problema no es técnico. ¿Cuál es?
Como reza un antiguo refrán, a los cojos, a los rengos, se los reconoce caminando, entonces les digo a Andreu y Lorenzo: como todo cambia a una velocidad de ciencia ficción, les propongo reunirnos otra vez, dentro de seis meses. Para ver dónde estaremos en ese momento, y cómo les ha ido con la digitalización.
Martín: Pues sí, nos vemos en seis meses y sabremos que ha sido de nosotros.
Silva: Muy bien, en ese plazo sucederán tantas cosas que habrá que tener una nueva mirada.
La observación final de Lorenzo Silva me parece que es el punto central de toda esta movida, lo que no se puede dejar de tener en cuenta: en el mundo digital todo cambia a una velocidad astronómica. Como todo en la historia de la tecnología. Hace un año eran legión los escritores que se negaban a digitalizar, porque veían peligrar sus ingresos. Hoy, aceptan que el cambio es irreversible y piensan, desconcertados, cómo encontrar acomodo en estas nuevas relaciones de producción que se alejan tanto de las premisas de la Revolución Industrial del siglo XIX.
Tal vez conviene recordar a los tejedores de Birmingham, que salieron a quemar telares automáticos porque condenaban a la desaparición a los hilanderos domésticos. El resultado de aquella guerra ya lo conocemos. Todos vestimos telas y ropas producto de los telares automatizados.
NIÑOS FEROCES
Lorenzo Silva
DESTINO
Andreu Martín